jueves, 15 de agosto de 2013

ANÁLISIS ARTÍSTICO Y ESTÉTICO



Este artículo se publicó en la revista vinculación con la colectividad del Área  de Energía, Industrias y Recursos Naturales no Renovables de la Universidad Nacional de Loja (A.E.I.R.N.N. de la U.N.L.) de julio del 2012, por errores de edición de archivos, hay textos sin corregir y algunas referencias de citas no aparecen, situación que se hizo conocer a los editores. La revista en mención esta escaneada en un repositorio académico. Publicamos el artículo original con  leves acotaciones del autor, sin cambiar el sentido ni el contenido del mismo.

SUPERFICIE Y ESPACIO. UNIFICACIÓN ENTRE PINTURA Y ARQUITECTURA A TRAVÉS DEL MURAL: INFLUENCIA DEL CLASICISMO OCCIDENTAL EN EL MURAL “PRESENCIA DE AMÉRICA LATINA” DE JORGE GONZÁLEZ CAMARENA




«...Y no hay belleza como esta belleza de América extendida en sus cerros de piedra y poderío, en sus ríos atávicos y eternos...»
Pablo Neruda

El muralismo ha sido uno de los aportes más significativos de las artes plásticas en Latinoamérica, no exactamente como un producto curioso y puro, sino como un sincretismo cultural, en este fenómeno artístico se puede verificar con mayor objetividad la propuesta de un arte totalmente mestizo. Los grandes muralistas mexicanos en su visión primigenia recurrieron a la rica tradición del arte occidental. Tomaron la síntesis plástica del arte clásico de los artistas del renacimiento italiano como los monumentales  escorzos  que cuelgan de la Capilla Sixtina, en el arte barroco encontraron la consolidación de los lenguajes artísticos, observaron que la relación de la pintura y la arquitectura se estrechan y en la mayoría de los casos se enlaza profundamente dando lugar a nuevas formas plásticas, en las cuales no es fácil reconocer  los límites de la una con la otra; éstos modernos artistas latinoamericanos observaron esta relación en la cantidad impresionante de pinturas, imágenes y alegorías en bóvedas y techumbres, en frisos y paredes de los edificios, palacios e iglesias. Participaron directa o indirectamente  de los modernos  aportes de la vanguardia europea, se identificaron con la solidez de la composición de Cézanne, de la propuesta revolucionaria de Picasso con su cubismo, punto de inflexión en el arte universal, hasta el extremismo radical de Mondrian. Pero lo que fundamentalmente motivaba ese espíritu de creación artística diferente y monumental, era lo positivo del arte popular, su tradición y belleza, su fascinación por las culturas precolombinas, sin caer en el arqueologismo ni en el consabido y cerrado nacionalismo, que a la postre fue lo que más se evidencio en algunos de los grandes creadores de la escuela mexicana,  los artistas se plantearon interrelacionar todas las artes en una nueva visión para un mundo nuevo, para una utopía original. Enormes contradicciones y debates se generaron y todavía se escuchan voces a favor o en contra sobre el verdadero significado y contribución al arte universal  de esta corriente en un mundo nuevo, interconectado, trastocado en el tiempo y el espacio por el fenómeno globalizador en todos sus aspectos.
A pesar de los debates, la escuela mexicana ha influido en todos los aspectos en el arte de Latinoamérica, identificado en mayor o menor medida con la problemática social y de identidad cultural y política, desde luego con los grandes riesgos que estas actitudes conllevan. A inicio de la segunda mitad del siglo XX parecía que estas propuestas habían menguado a favor de nuevos derroteros y, es justamente en esta época cuando se producen unas de las mayores obras de muralismo, como el Polifórum Siqueiros, en donde se conjuga toda la propuesta de relación de los diversos elementos plásticos de una obra, y el Mural: Presencia de América Latina, realizada por Jorge González Camarena, en el vestíbulo de la Pinacoteca de Arte de la Universidad de Concepción de Chile en 1964, mural del cual, el poeta Pablo Neruda manifiesto: “Me quedé asombrado ante la gran obra[…] había florecido la pared. Se había llenado de grises incesantes, de verdes y de ocres, de amarillo y violeta. Se había llenado de cascos y espinas, de manos y narices, de ojos muertos y vivos […]”[1]
ANTECEDENTES 
Después de la larga y feroz dictadura de Porfirio Díaz,  la Revolución Mexicana, triunfa, llevando a la presidencia a Madero en 1911, pero las exigencias de poder no estabilizaron el país, desatándose en el transcurso, una serie de cruentos enfrentamientos fratricidas al interior del proceso revolucionario. Madero fue asesinado en 1913 y con esto se reinician las acciones revolucionarias, comandadas fundamentalmente por Francisco Villa, Emiliano Zapata y Venustiano Carranza. Tras el asesinato de los dos últimos líderes la nueva burguesía se consolida en el poder, con el ascenso a la presidencia del general Álvaro Obregón.
El presidente Obregón en 1921 nombró ministro de educación  al filósofo, de ideas clásicas, el educador y  viejo revolucionario José Vasconcelos (1882-1959), quien es el artífice del programa de educación popular revolucionaria. Es en 1922 cuando Vasconcelos llamo a participar a los artistas más destacados y con proyección nacional e internacional como Gerardo Murillo (Doctor Atl) y Diego Rivera (quien se hallaba en Europa) entre otros, para la decoración de los edificios públicos, de la nueva república que se consolidaba después de la revolución. La empresa resulto abrumadora, por lo que no tardaron en sumarse otros artistas, entre los que se destacan: José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. En períodos ulteriores y ya con otro enfoque y objetivos,  se distinguen artistas y muralistas como Rufino Tamayo y la conocida  segunda generación de muralistas dentro de la Escuela Mexicana moderna, los artistas Chávez Leal, O’ Gorman, Jorge González Camarena, Zolce, Revueltas O´ Higgins y Pacheco.

EL MOVIMIENTO MURALISTA
La revolución mexicana,  Tibol (1961) carecía de un programa político, económico y social, menos aún, de una posición ideológica definida,  lo cual fue formándose al calor de los combates del sangriento enfrentamiento civil, así mismo, el arte que nació de ésta conflagración estaba desprovisto de una concepción teórica, de una visión y programa estético. Los conceptos, ideas y formas fueron surgiendo en el proceso de elaboración de los primeros murales, no sin grandes discusiones y discrepancias sobre el verdadero fin del arte, pues estaban creando un arte que tenía que ajustarse a un nuevo orden político establecido, y por ende muchos conceptos y concepciones no concordaban, algunos artistas radicales querían superar los preceptos meramente estéticos, buscaban espacios más amplios en la lucha y programas políticos. La organización de los artistas revolucionarios creado a inicios de los años veinte, entre otras cosas, expresaba: que los artistas se debían a su pueblo pero que denunciaban y rechazaban con fuerza el pasado medieval de obscurantismo y opresión social, buscaban un arte público y monumental, heredero de las grandes tradiciones y colosales creaciones de la cultura mesoamericana, pero para que cumpla su cometido debía tener un profundo gravamen político e ideológico, que se encarne en la acción y lucha popular. “Es decir se pretendía reintegrar al arte un valor estructural dentro de la sociedad, rechazando valerosamente su privilegiada posición tradicional en la superestructura”.[2]
 “Entre el fenómeno estético, la incursión de las vanguardias, los ideales revolucionarios, las nociones de progreso y los avances tecnológicos se generó una sólida y fuerte aplicación, que influyó en los procesos artísticos latinoamericanos, durante la primera mitad del siglo XX. Junto a ello se debe anotar otro aspecto cultural que impactó decisivamente en la construcción ideológica y en la estética de varios países, como fue la ideología marxista. La lucha de clases fue su bandera: el proletariado debía alzar su voz frente a los sistemas de dominación y opresión; tomar conciencia de su protagonismo histórico”[3] que los artistas abrazaron con vehemencia, con convicciones que rayan en un accionar casi fanático, alejados de lo artistico y estrechamente relacionados a una utopia, a un norte  “inspirado en la realidad de los individuos; un arte de realismo social, que también pudiera intervenir en esa realidad y cuyo destinatario era, por tanto, la masa. Estos valores se expandieron con fuerza en esta parte del mundo e influyeron, sobre todo, en el muralismo mexicano y en toda una pintura marcada por un trasfondo ideológico”[4] con propuestas que rompen la norma establecida por el dogma del realismo socialista, una concatenación entre el desarrollo positivista de la sociedad con la herencia precolombina, sintetizada en el mestizaje  Latinoamericano.  

“Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, y en menor medida José Clemente Orozco, fueron quienes impulsaron de forma fehaciente el nuevo concepto de la estética militante. Éste enunciado, concilia la expresión estética – artística con un claro y definido discurso ideológico, es un arte de masas”[5], diferente del cosificado por el consumismo capitalista de los “mas media” (en proceso de formación para ese entonces), de lo que se trata es de “fortalecer los ideales nacionalistas  y revolucionarios”[6] como una resistencia continua a la globalización de la cultura del capital.
Los tres grandes, como también se los llama, constituye la muestra más representativa de este discurso, la Escuela Mexicana de Pintura, va mucho más allá de simples preceptos artísticos, políticos e ideológicos, Monsiváis (1974) ha sido categórico al referir que el muralismo – el hecho en sí y la incesante propaganda en torno -  ha sido uno de los fenómenos más apasionantes de una sociedad necesitada de afirmaciones de identidad externas e internas, a la caza de orgullos y reivindicaciones, apremiada por el reconocimiento de su gente en el extranjero y del aseguramiento del bienestar de las clases populares. Pero a pesar del endiosamiento al extremo de los tres grandes muralistas mexicanos, se encuentran otros que aportaron posiblemente más aspectos artísticos que ideológicos, y que por razones de la continua difusión  no se les ha dado el sitial que merecen en la historia del arte. Jorge González Camarena nació el 24 de marzo de 1908 en Guadalajara, Jalisco, siendo el que ha consolidado y elevado los ideales  estéticos de la pintura  mural, dentro de lo que se ha denominado la segunda generación del muralismo mexicano, no sin razón,  el Dr. Atl. (Gerardo Murillo) ha dicho “Camarena es el muralista de la generación  media, más mexicano, más acorde con las ideas que inspiraron la revolución artística de nuestro país”[7]. “Es el joven pintor que domina todas las técnicas, principalmente las de la pintura mural; en el edificio Guardiola, trabajó con una técnica novedosa, como las mías, con excelentes resultados; es ya un maestro”[8]. Su vida entera las dedico a las artes plásticas, Fue autor de muchos murales  entre los que se destacan: La Liberación de la Humanidad, en el Palacio de Bellas Artes, y Las Razas, en el Museo Nacional de Antropología, ha realizado cientos de obras de pintura, y magnificas esculturas, que lo reivindican como uno de los más fecundos productores del arte público monumental, a más de su obra en diseño gráfico e ilustración, tan genial como la conocida trilogía del muralismo, pero sin el reconocimiento mundial que se merece. Sus trabajos se han expuesto y exponen en muchos países del mundo.
González Camarena, no era un tipo con la personalidad política polémica y escandalosa como la de los principales actores del muralismo. En 1939, el artista pintó su primer mural: Alegoría de Zimapán, en un hotel de la ciudad de Zimapán, Hidalgo; poco más tarde,  por encargo realizó uno de sus mejores trabajos: El Díptico de la Vida, mural compuesto por dos tableros, pintado en el edificio Guardiola, de la ciudad de México, ésta obra generó acaloradas discusiones, por las enormes figuras humanas que se representaron, eran desnudos de una calidad y carácter excepcional, con una impresionante fuerza  expresiva. González Camarena, siempre manifestó una especial preocupación por integrar a la arquitectura otras disciplinas artísticas, tales como la pintura y la escultura, sus trabajos con el prestigiado arquitecto Carlos Obregón Santacilia y otros no menos importantes, señalan el dominio que tenía para cometer obras de enorme interés en la organización e integración  de las artes plásticas.
Posiblemente, la obra más importante de Jorge González Camarena es la que realizó  en la Universidad de Concepción, en Chile: Presencia de América Latina, monumental obra hecha en 250 metros cuadrados que se reprodujo en una estampilla postal por el 75 aniversario de la universidad, en un concurso filatélico que se realizó en Viena, la estampilla con la imagen del mural se la catalogo como la más hermosa de las presentadas.

Relaciones  Espaciales: pintura y arquitectura.



   

El merito primordial de Jorge González Camarena radica básicamente en integrar plásticamente a la obra de arte en armonía y correspondencia al edificio al cual estaba destinada. El edificio se construyó con características definidas,  con una tipología  y simbología acorde a su función. La pintura mural tenía que acoplarse a la forma del vestíbulo o el vestíbulo se adaptaba  a la composición del mural, todo un problema a solucionarse, desde conceptos teóricos estéticos, hasta el manejo de todos los recursos técnicos para incursionar en un discurso plástico. Camarena como un conocedor de la arquitectura, después de trabajar varios murales de integración plástica, recurre al principio clásico del todo a sus partes. Crea una obra muralistica sui generis  que después de muchos años sigue creando polémicas  y acaloradas discusiones.  Estructura una propuesta que no solo imbrica al mural con el soporte arquitectónico, sino que lo funde intencionalmente, Las figuras se estructuran y organizan en un diálogo entre el espacio real y el creado quedando totalmente integrado. “unidad tal, que nada puede ser añadido, quitado o modificado” El espacio real de la pinacoteca que contiene a la escalera y al muro, se prolonga por medio de vacíos ilusorios o ventanas dimensionales en los extremos del muro central, en estos espacios  aparecen de forma espectral las aves simbólicas de América: el cóndor y el águila. Esta prolongación a pesar de que atraviesa y rompe ilusoriamente el muro con un supuesto espacio, recordando las inmensas composiciones de los lunetos en las construcciones del renacimiento italiano, o las pinturas de los cielos rasos, que se proyectan a la bóveda celeste con sus alegorías de grandeza y eternidad, no secciona ni separa el todo con sus partes es más se encajan, se insertan, se concatenan el uno con el otro, afirmando el concepto de Alberti (1453 - 1485): “nada puede ser quitado o añadido”, porque desmejoraría la obra, en este caso no solo la pictórica, sino todo el conjunto.
El espacio inventado por F. Brunellesschi y León Battista Alberti, se concreta y objetiva en esta obra, por lo matemático y racional, eliminando lo sagrado, en  un puro y sucinto sistema de relaciones métricas como: el alto, el ancho y fundamentalmente la profundidad. A más del espacio, existe la representación del tiempo, no en condición de tiempo congelado como en un corte transversal, tal como sucede, con la pintura de caballete, el tiempo fluye, desde lo precolombino a la incertidumbre del futuro donde moran las utopías de visión cósmica. La aplicación de la perspectiva de carácter  renacentista  como ciencia de la visión de estricta rigurosidad, parte de los muros laterales, dilatándolos  o proyectándolos en el muro central. Esta obra en vez de mostrar una realidad introduce al espectador  en otra realidad subjetiva, no es una simple visión, es una composición total, es un cosmos, la superficie, el volumen y el espacio envuelven al espectador, no solo integrándolo, sino haciéndolo parte de la historia, actor y sujeto activo de la narración.
La perspectiva  inventada y desarrollada de forma insuperable en el renacimiento permitió por primera vez, poner a la vista o representar y de algún modo también, hacer pensable la noción de infinito. La convergencia de las líneas paralelas hacia el infinito - que solo se puede representar - fragmentan el lugar perceptivo “simbolizado” de las pinturas medievales, González Camarena, al utilizar este tipo de perspectiva, está sometiendo su arte, su pintura - al menos en aspectos de construcción plástica - a la  lógica y transformando todo el conjunto (pintura - arquitectura), a relaciones puramente matemáticas.
Cuando Siqueiros (1932) habla de la vestimenta plástica de la arquitectura como parte indisoluble de lo habitable, no está planteando la ejecución de un cuadro mural, sino de  una construcción y modelación del espacio más allá del muro envolvente, la integración puede ser de carácter cosmogónica: se plantea un cosmos donde no hay líneas divisorias en la cual se concatenan y contradicen las partes como visión dialéctica de unidad y lucha de contrarios.
Relacionando los planteamientos de Zamorano, Cortés (2007) González Camarena abre un espacio ilusorio en la pared, e impone sus condiciones al espacio arquitectónico real y en la fusión de lo “parietal” con lo pictórico aumentan las posibilidades de un discurso único, el mural no se impone, ni se subordina, se compenetra con el emplazamiento.
El mural Presencia de América Latina, ofrece un espacio complejo al unirse con el espacio real o arquitectónico, es multidimensional y, el aspecto polisémico se ahonda, tomando en consideración los criterios de Zamorano, Cortés (2007). Muro espacio y mural forman parte, son un solo topos y por ende queda un solo discurso estético,  en donde los símbolos morfológicos  y cromáticos habitualmente se concilian como lo plantea Zamorano, Cortés (2007) ya que en la mayoría de los casos la obra mural al integrarse y fusionarse con la estructura ya existente, como obra congregada el mural tiene que aceptar los envolventes espaciales, González Camarena en el mural de la Pinacoteca realiza modificaciones importantes en arreglo a sus argumentos estéticos y simbólicos.
Como analizan anteriormente, al negar el muro por medio de la actividad pictórica con la sugerencia y tratamiento de figuras (no formas) reconocibles y volumétricas  bien definidas, a más de la representación simbólica del espacio, el planteamiento de Zamorano, Cortés(2007) es evidente en la propuesta de este mural, por medio de perspectivas esencialmente extendidas desde lo lineal (clásico), acompañada por atmósferas envolventes sobre las figuras, crean una “apariencia en el muro”  que permite observar un espacio continuo, los sólidos angulados en posiciones y direcciones claves como en los quiebres laterales del paño total y la dirección de las líneas de perspectiva del elemento extra muro (escalera) que se proyectan al infinito, todo esto niega el muro, no en sentido figurado, sino prácticamente literal: abre el muro a través de otras arquitecturas, y sólidos de grandes volumetrías, de otras modelaciones espaciales ilusorias y González Camarena procede a oponerse al hito, al límite, a la superficie plana, al soporte del cuadro. González Camarena al afirmar y negar el muro se basa en los procedimientos de Siqueiros en su obra: “Cómo se pinta un mural” llevando su pintura más allá de la extensión bidimensional sobre las cuales el artista emplaza su discurso estético – plástico como lo señalan Zamorano, Cortés (2007).
Lo narrativo y el tema es fundamental, Zamorano, Cortés (2007) el mural es mucho más que un elemento de recogimiento o admiración estética, y si se habla del muralismo, es determinante: como se anota anteriormente, el mural es una anhelo, una disertación estética - política figurada en los muros o como lo señala Siqueiros, oratoria pictórica, en este aspecto también “tiene un sentido distinto a la pintura de caballete”[9]. Así,  el mural Presencia de América Latina, construye y ensambla una historia de reivindicación del indigenismo y el mestizaje, se apropia de los mitos indígenas, de los mitos heroicos de la resistencia indígena, de la independencia de las repúblicas y naciones, así como: enaltece la unidad y fusión de toda América a su paisaje, a su agreste geografía, a sus inmensas cordilleras a sus volcanes y selvas infinitas, sin olvidar los aportes culturales de occidente, que parten del pensamiento racional clásico de los griegos, simbolizados en pedazos de  arquitectura clásica, y fundamentalmente en la estructuración del orden cosmogónico que el artista utiliza para crear su discurso, no solo pictórico, sino plástico de integración total.





La historia que cuenta el artista alude al civismo, a los símbolos “patrios” de los latinoamericanos, enaltece y da características de inmortalidad a las aves que majestades de los  insondables cielos americanos: el águila y el cóndor, transparentes, como espectros, como espíritus vigilantes de la unidad de los pueblos. González Camarena al utilizar estos elementos retoma también visiones de chamanismo, los animales elegidos como espíritus guardianes, a través de un mecanismo de identificación, de los que extrae el  poder, lo que le da sentido a toda la narración, recurrencia al chamanismo, todavía vigente en muchas de las culturas primitivas actuales y profundamente arraigado en las sabidurías populares y mestizas de América Latina, chaman, palabra derivada de la lengua Tugsa: “aquél que se encuentra en estado de éxtasis designando un tipo de experiencia mística, (no una religión o una filosofía)”[10].
La historia de América Latina, se representa desde su génesis,  que pasa desde lo precolombino, narrada por medio de volúmenes y símbolos arquitectónicos, sin hacer alusión a situaciones anecdóticas o ilustrativas a historias o temáticas  particulares  de cada pueblo, es una visión holística, general, única para toda América.  En la parte centro - derecha del observador, hace alusión al desarrollo tecnológico en ascenso,  confirmando su creencia en el positivismo y racionalismo como solución a los conflictos de ésta parte de la tierra, la fusión de las razas ubicada en la parte central, muestra una América Latina actuando como crisol de razas, donde nacerá el nuevo concepto de belleza, de un nuevo  canon, menos particular, más incluyente, ve de forma positiva el internacionalismo, la globalización con aportes particulares y específicos de las culturas, sin olvidar la concepción griega de lo apolíneo y lo dionisiaco, en donde se ubica la madre tierra, lo uterino, como la obscuridad o abrigo dionisiaco, lo irracional; ante el ascenso a la luz por medio del conocimiento, la razón y la tecnología en favor de la nueva y cosmopolita  América Latina.
La lectura de la historia rompe el esquema común de lectura gráfica del tiempo, como resistiéndose a una forma única de ver y de entender el cosmos, la historia habla del presente, de la unidad  y confluencia, de naciones representadas en el sinuoso ondear de las banderas, todas unificadas sin límites definidos, tanto culturales, geográficos e históricos. Lo interesante de la parte final (extremo izquierdo del espectador), queda abierto al espacio y al tiempo, sobre los cadáveres de  hombres y mujeres, de soldados y guerreros, símbolos de las luchas de los pueblos, se yergue el nopal, planta simbólica y sagrada de las culturas mesoamericanas que se conecta con el copihue, la ensangrentada flor nacional de los chilenos, el nopal cuenta con una solidez impresionante a pesar de los puñales clavos y metales que la cortan, atraviesan, y con un tallado misterioso de dos C entrelazadas que posiblemente son una forma precolombina de orientación, lo que las culturas andinas, llaman los cuatro suyos,  es casi una estructura mecánica una afirmación en el pasado con una incertidumbre en el futuro, con el devenir del tiempo siempre vigilado y cuidado por el espíritu del águila de México, el tema se unifica en una sola visión, una sola historia para los pueblos de América latina, un todo, pasado, presente y futuro, un ir y venir cíclico, opuesto a la historia lineal. Conceptos contradictorios, tiempo y espacio lineal abierto – tiempo y espacio cerrado cíclico.

Mitología
Aparte de las apropiaciones, formales, plásticas y discursivas, que hace el artista en la escalera ascendente de la pinacoteca, esta la representación del mito, queriendo explicar las grandes interrogantes que se plantean los pueblos y culturas, mitos que aluden a héroes y dioses, con respecto  a la creación y origen del cosmos, de la humanidad, del pensamiento  y la cultura. Si se trata del mito se lo subordina como algo no creíble, de un concepto absurdo, fuera de toda lógica, es un  sondeo, una intensión  fracasada de exponer desde un orden racional de la naturaleza.
La escalera de ascenso a la pinacoteca se transforma en Quetzalcóatl, soberano legendario de los Mexicas, representado como serpiente emplumada, símbolo de la contradicción histórica, aquí González Camarena da vida  a la escalinata de la pinacoteca de la Universidad de Concepción, un soplo vital sobre este símbolo contradictorio: la serpiente, un ser físicamente bajo, que repta y que tiene ansias de superarse sobre los demas y volar, se apropia de las plumas de las aves para satisfacer su ansiedad, siendo ferozmente devorada por una inmensa águila (representada como espíritu al final del mural). La voraz serpiente es devorada lo que significa una realidad prehispánica cíclica, un ir y venir constante, opuesta a la espiral dialéctica, es el  revés de la cultura occidental. Otro de los símbolos míticos que emplea, el artista es el de la fusión de la razas,  “la traición de la Malinche” al entregarse sumisamente al conquistador Cortés, sin importar la sangre derramada en la resistencia, sangre que nutre los campos y sembríos de las cordilleras que como espina dorsal atraviesan el continente de sur a norte, de los cuales surgirá, la nueva cultura indo -  mestiza, de América, representada en la pirámide y en la unión de las razas en la cual se conjuga hombre naturaleza, ciencia y tecnología, no separados, tampoco dominantes,  sino como parte, como un hilo que teje la red de un solo universo. González Camarena no esconde ni deja en situación subyacente la utilización de estos recursos narrativos: fusionar los argumentos racionales y positivistas de la ilustración con los argumentos primitivos y míticos, al igual que lo hicieron los artistas del neoclásico, entendiéndose la utilización de los mismos.  Vico (1730) justifica los mitos a pesar de la crítica y ataque que sobre ellos expresa el racionalismo y el positivismo moderno,    ya que ve en ellos una ciencia poética fundamental, por la fuerza emotiva de los hombres de todos los tiempos de usar la imaginación para dar una explicación, situación que no se descarta en la actualidad bajo la visión de la hermenéutica.


En la narración o visión histórica- mítica se encuentra el mensaje moral y ético entendiéndose que la visión primigenia de los muralistas era la de enaltecer el sentido de lucha que han tenido los pueblos a lo largo de la historia, el destino de los latinoamericanos es el de hacer florecer estas montañas y paisajes a costa de sus propias vidas, una concepción estrictamente estoica: clásica.

Un ideal de belleza
La monumental pintura de González Camarena, es un concepto, es una idea de belleza, un exemplum virtutis (ejemplo de virtud), que transmite un mensaje edificante verdadero, la verdadera imagen de una cosmogonía particular. En ésta pintura que conjuga la representación de la mitología y la historia, existe un mensaje ético y moral, hay un proceso racional de pensamiento hipotético- deductivo, que parte de juicios fidedignos o verdaderos, como la conquista y mestizaje, que profetizan un mundo de incertidumbre y de utopía, gobernado por la ciencia y la razón, sin olvidar los símbolos míticos u otras interpretaciones de la realidad vital. Ésta pintura es una idea, un discurso desarrollado que se objetiva a través de una buena ejecución técnica con aplicación racional de la geometría euclidiana y el manejo del espacio según Brunelleschi, por medio de la perspectiva como aparato lógico, como conjunto de relaciones matemáticas en el espacio, ésta construcción matemática del espacio ilusorio en la pintura, le da orden, es un deleite intelectual, en definitiva es una pintura bella en idea y objeto, aquí, no sólo hay técnica en el oficio del pintor, sino que dice y como lo dice, en toda la estructura de la obra se plantea el sophrosine que le da equilibrio y razón. Es indudable la influencia de la concepción clasicista del arte a pesar de no tener elementos formales o modos como los ordenes clásicos griegos, a excepción del segmento del capitel jónico que se encuentra sobre la figura femenina que representa a la América Latina, que a pesar de sus rasgos indoamericanos, guarda una proporción canónica del clásico griego, y qué decir de su equilibrio, de su quiástica: la clásica forma de representación de la figura humana en la pintura renacentista inspirada en la escultórica griega, una rodilla delante una detrás, una mano arriba y otra abajo, etc. En fin el ideal de belleza se objetiva en un nuevo canon: las razas que se entrecruzan y combinan, alumbrando un nuevo tipo en el que se caracteriza la unidad en la diversidad, todo tratado con rigurosidad compositiva y lógica matemática. La pintura como idea, cuya finalidad es la belleza queda expresada en “Presencia de América Latina”: el orden, la medida, proporción y armonía son pensadas al elaborar esta monumental obra, ésta pintura es la imitación de una idea hecha con líneas y colores, cuyo objetivo final es el deleite intelectual.


El orden, es el ubicar en el lugar que le corresponde, Ésta categoría hace percibir de mejor manera la influencia del clasicismo en el pintor mexicano, por medio de la perspectiva ubica cada cosa en su lugar correspondiente, la percepción del espacio debidamente organizado de todo el conjunto del “topos” es uno de los recursos que maneja el pintor cuando entrecruzan lo ilusorio con lo real. Al prolongar el espacio a priori con la perspectiva ilusoria de espacio, el muralista sitúa y ordena con lógica el lugar que le corresponde a cada uno de los objetos, reales o ilusorios:
Como símbolo primero, volumétrico, sólido y espacial la serpiente emplumada Quetzalcóatl, se envuelve sobre una estructura arquitectónica real adaptada por medio de la pintura en forma de grecas y texturas al discurso del mural, acechando, potencialmente a punto de volar sobre un espacio (del vestíbulo) también real, simboliza el inicio, el génesis de las civilizaciones prehispánicas, tiene que estar en el primer lugar del discurso, sobre la representación, de las arquitecturas andinas y mesoamericanas, que también se ordenan, distribuyen y construyen sobre las líneas de la perspectiva central: ni formalmente, ni cronológicamente se sitúan fuera del orden temático.
La irrupción de la conquista no ocupa más allá de un filo del vértice que une el paño central con el paño lateral derecho, también esta ordenada cronológicamente y sostenida en un lugar determinado en el espacio y el tiempo, funciona como un hito, de un antes y un después. Toda la solides de la arquitectura real y pintada está detrás de la escalera, que al comenzar a atravesar el muro central, abriendo el espacio representado, dispone como centro de interés no solo pictórico sino cultural: el mito de la Malinche como matriz cultural, afianzando el orden cronológico.
Los ritmos que se ordenan de sur a norte, de derecha a izquierda, son alternos y continuos, de arriba hacia abajo, adelante y atrás, generando y ordenando el espacio, parten de la bandera chilena y su estrella solitaria, terminando el ondulado ritmo en el extremo izquierdo, en el norte abierto ilimitado, con la bandera de los Estados Unidos Mexicanos. Toda la composición del artista obedece a una estructuración, sus figuras se seccionan y diseccionan se presentan de frente y de perfil (reminiscencia cubista), todo debidamente ordenado.
Jorge González Camarena, emplearía una base simple, practica y muy efectiva de la composición plástica:“el cuadratismo[11] que concatena con orden y unifica toda su propuesta artística: Secciona una figura geométrica regular en dos partes iguales de manera simétrica, con esta división traza diagonales, para crear  nuevos módulos de menor tamaño, con lo cual se estructura una malla o red proporcional, que sirve para la disposición  de los elementos  en la obra plástica, método muy parecido a las redes de composición oculta de los renacentistas con la proporción áurea o de la cruz cuadrada de las culturas andinas. El cuadratismo se aplicó rigurosamente al mural en cuestión, es ahí en donde se puede encontrar todo el concepto de composición ordenado, su horizontalidad, su verticalidad y sus líneas de fuerza que se desprenden de las diagonales.
La medida, es un sistema de apreciación del tamaño, como cuantificable que es, se rige a un patrón, sirve para calcular el tamaño de las formas comparándolas con otras, por ejemplo, metro, decímetro, centímetro. En sentido plástico artístico la medida es la relación de elementos desde un punto de vista: la altura de una persona, en relación a una de sus partes,  la distancia de un ojo, existente entre los ojos de una persona según el canon de Vitrubio, la distancia que debe existir entre los objetos par que pueda ser funcional un espacio, de un elemento sobre otro para que este bien ordenado, en este sentido Camarena aplica las medidas plásticas para cada parte de su gran composición,  como en los rostros gigantes, donde asume un sistema de medidas y en la pirámide central utiliza otro sistema de medidas y proporciones.
 En lo que respecta a la proporción y relación de las partes, hay que anotar  que fueron las grandes obras arquitectónicas de las diversas civilizaciones las que utilizaron relaciones matemáticas muy precisas, no solo en la cultura occidental. Las antiguas culturas mesoamericanas, desde Teotihuacán. Hasta los mayas y aztecas, dominaron sistemas precisos en las relaciones matemáticas para la construcción, al igual que las culturas andinas con su chacana o cruz cuadrada.
En todas las culturas existe una necesidad profunda de racionalizar, proporcionar  y ordenar  como se anota en el párrafo anterior, situación que refuta el razonamiento de proporcionalidad ideada por la cultura helenística. Esto no quiere decir que no se reconozca el aporte que infirió la representación de proporción a la corriente filosófica occidental el mejor modelo es la mesura, rúbrica de todo el pensamiento griego, por lo cual a la filosofía se la definía como el arte de dar proporción a las cosas y conceptos. En este mural existe el sentido de proporcionalidad, no en todo el conjunto, ya que el artista, al ordenar su discurso pone énfasis en determinados espacios y figuras, cada una de ellas es construida bajo el estricto sistema de proporciones, por ejemplo: La representación de Iberoamérica (la mujer que lleva el mapa del continente) esta ejecutada pictóricamente  bajo la influencia del canon de Policleto, con un equilibrio dinámico, ésta tiene una relación proporcional (ponderatio) entre los miembros del cuerpo, según Policleto, la proporción adecuada e ideal es de  la relación de siete cabezas y media(situación que difiere según algunos estudiosos del canon griego), como la que más se adapta en el hombre normal, en este caso la figura femenina resulta un poco más baja. 



  Adaptación al canon de Policleto
En el proceso de elaboración de las relaciones proporcionales, el pintor se centra en la ejecución de: la fusión de las razas, en la cual expresa todo su conocimiento, investigación y discurso sobre la proporción y su método de cuadratura. Cada uno de los rostros es debidamente construido y estructurado, proporcionado de forma precisa y rigurosa, parecen gigantescas esculturas de piedra, como reminiscencia a las cabezas de los Olmecas. El canon elegido vuelve a ser clásico, a pesar de los rasgos predominantemente amerindios, las vistas de frente y perfil, a pesar de los diversos tamaños de los rostros, guardan una relación compositiva entre todos ellos, una proporción y relación de las partes, que le dan unidad y variedad, con un fuerte sentido de atracción y pregnancia.
Armonía  y composición artística
El precepto universal acuñado por el arquitecto norteamericano Henry Sullivan: la función hace a la forma, se la puede adaptar para el diseño y ejecución de murales que jueguen el papel de integradores, entre la  pintura y la arquitectura. La relación de diversos elementos en una pintura, es de por si complejo, pero relacionar dos artes totalmente diferentes es un reto que todavía debe ser motivo de discusión entre los artistas  y su público, en el mural analizado el reto se cumple, incluso va mucho más allá, tal vez sin proponérselo, la obra en si es una instalación total en las que juegan un papel importante el espacio, el volumen, la superficie, la luz y esencialmente el aliento vital del artista, todo su acumulado histórico. Armonía total en la utilización de los diversos elementos.
Los colores que utiliza el artista en la ejecución de esta obra se los puede catalogar como análogos, con un fuerte tinte hacia los sienas, el color preferido de los pintores latinoamericanos, lógicamente en la monumental composición necesita de otros colores que se contrasten, complementarios para dar volumetría y hacer sobresalir algunos elementos a manera de esculturas, la luz  de colores cálidos que se proyecta desde atrás ayuda a la modelación del color pétreo y terroso de los elementos que se encuentran en el primer plano.
Es ingeniosa la propuesta de Gonzales Camarena al fusionar e integrar formas precolombinas con formas clásicas grecolatinas, rompiendo el estigma sectario, chovinista y nacionalista de la corriente indigenista, no se trata de una asimilación, sino de una conjugación, de una visión utópica de armonía en la construcción de la cultura universal.
En conclusión, Las relaciones entre pintura y arquitectura, obedecen a una concepción clásica del arte occidental, la integración de la una con la otra procede en un proyectar más allá del muro para la representación de un tema, por lo cual es imprescindible la compenetración de todos los elementos plásticos en un solo envolvente espacial
Hay que tener en consideración  que un mural no es una pintura contenida que cuelga  de un muro; si esa pintura se retira del espacio contenedor, no pasa nada,  puede reemplazarse por otra y el topos seguirá siendo el mismo. La obra arquitectónica como condicionante debe ser enfrentada con un nuevo discurso plástico de carácter integrador.
Jorge González Camarena es un artista clásico, Zamorano, Cortés (2007) retoman el criterio de Mauricio Gómez Mayorga, quien ve: confianza en la geometría y en la figuración que se expresa en toda su obra - teniendo como punto culminante el mural de la Universidad de Concepción de Chile, Presencia de América Latina- el dominio del espacio y la técnica pictórica - continúa- hacen de él un organizador de planos, texturas, volúmenes y espacios, un modelador de la luz y el color, un arquitecto y un escultor. La relación del pintor con la arquitectura no es un contingente. La realización de muchos trabajos de arte público lo hacen un profundo conocedor de la integración plástica, a más de su actividad como investigador y su adhesión a los postulados del muralismo mexicano, que pregonaba una visión sui – generis para conciliar  el espacio modelado por las mamposterías arquitectónicas con la luz y el color, con las texturas evanescentes, firmes y pregnantes, con claroscuros de mundos idealizados, mural de reposada belleza, como diría Neruda.
La lectura total de la obra requiere de múltiples explicaciones, de infinitas visiones, puede que sea necesario utilizar un metalenguaje que permita escudriñar todo lo que encierra esta cosmogonía. En el arte trascendental cada vez se descubrirán nuevas cosas, nuevas poéticas, cada vez se lo encontrara diferente, una obra de arte cambia como cambian los tiempos, siempre vital y dinámica.
En definitiva Jorge González Camarena es un clásico de estos tiempos que pone en duda el criterio de decadencia de la pintura representativa; muchos artistas de la vanguardia se inscribieron en el llamado al orden en los años 20 del siglo pasado y volvieron a lo clásico como paradigma de belleza, o tal vez fue solo para la confrontación: Picasso con su etapa clásica, de Chirico, Casaroti, Sironi entre otros, como una contra catarsis del arte moderno.
¿Por qué no acoplar el mural o el arte público a las nuevas formas de expresión emergente, a las nuevas tecnologías? La respuesta está en las nuevas generaciones de artistas latinoamericanos, que buscan darle un mayor sentido a la vida,  que se resisten a la cosificación consumista, a la combustión rápida de las expresiones verdaderamente humanas.

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Zamorano Pedro Emilio, Cortés López Claudio (2007) Muralismo en Chile, texto y contexto de su discurso estético, Revista Universun, Nro. 22, Vol. 2, 2007, Universidad Talca de Chile.

Imágenes tomadas de diversos catálogos y páginas públicas de Internet.
Algunos datos generales se han resumido y adaptado de paginas abiertas de la red.




Marco Antonio  Montaño Lozano

                                                                                                                                              Marzo 2012
Loja - Ecuador









[1] SABER VER/14, arte y recreación para toda la familia (D.R.) Junio – Julio, 1998, Fundación Cultural Televisa, A.C, México D.F, p. 19.
[2] Tibol R. 1961, SIQUEIROS INTRODUCTOR DE REALIDADES, UNAN, Dirección general de publicaciones, p .28
[3] Zamorano E, Cortes C. (2007) Muralismo en Chile: texto y contexto de su discurso estético, revista Universun N 22, vol. 2, p. 269
[4] Ibíd. p. 269
[5] Ibíd. p.269
[6] Ibíd. p. 270
[7] SABER VER, arte y recreación para toda la familia, 1998,  (D.R.) Junio – Julio, Fundación Cultural Televisa, A.C, México D.F, N 14,  pag.5.
[8] Ibíd. p. 9
[9]   Zamorano E, Cortes C. (2007) Muralismo en Chile: texto y contexto de su discurso estético, revista Universum N 22,p. 273
[10] Atlas de filosofía, colección océano, Madrid.
[11] SABER VER, arte y recreación para toda la familia, 1998,  (D.R.) Junio – Julio, Fundación Cultural Televisa, A.C, México D.F, N 14,  p. 34.

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